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martes, 27 de enero de 2009

La justicia divina permite enmendar tus equivocaciones miles de veces, a lo largo de la vida. La justicia de los hombres no perdona nada, sólo castiga: no deja resquicio al arrepentimiento y al subsiguiente perdón. De ahí la grandeza de aquélla y la mezquindad de ésta





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